EL APRENDIZ.
Mist se calentaba al sol de la mañana en la puerta de la herrería, no hacía mal día para los que era el invierno Isviliano, esperaba a que algún cliente le trajera algún encargo que, dependiendo de la dificultad y la calidad exigida, harían él o su maestro. Pero no fue un cliente el que se acercó, sino Adel, una chica a la que Mist no sabía como calificar, estaban y no estaban juntos, dormían en la misma cama, se acurrucaban y contaban todo, pero después nada más. Ella era ella... y una de las cosas que nunca acostumbraba a hacer era visitarlo en la herrería, por eso Mist no sabía si alegrarse o, como le decía su sentido, preocuparse.
- Hola enana.- saludó.
- Te saco media cabeza peque.
- Lo sé, pero eres mi enana.
- Sí.- ella sonrió, pero se trataba de una sonrisa triste, una sonrisa que parecía añorar más que otra cosa.- tenemos que hablar.
- ¿Sobre qué?- el sentido de Mist estaba disparado como una sirena, el corazón golpeaba su pecho con fuerza.
- Verás... llevamos mucho juntos, sé que tu me quieres por mucho que siempre bromeemos con los contrario, con nuestra relación rara que nos divierte- hizo una pausa para respirar.- pero todo tiene un límite Mistery, todo tiene un final.
- ¿te casas con...?
- Lo conocerás del gimnasio, creo que está en tu equipo de esgrima, es Eiel.
- Uhm, bueno niña, entonces que seas feliz.
- ¿No estás...?
- Déjalo... la respuesta no te gustaría amor, digamos que lo que tenía que pasar ha pasado, yo no soy nadie para cambiarlo, yo no soy nadie...
Planos inferiores: Una sombra crecía en el séptimo infierno, los demonios la veían nacer con admiración, a diferencia de lo que todos creen los demonios no son ángeles caídos, sino la encarnación de nuestros miedos... y de nuestro odio.
- Supongo pues que esto es una despedida ¿no?
- Supones bien.
- ¿Podría ser un hasta luego?
-... No, es una hasta siempre.
- Mist...
- Lo siento, soy así. No puedo evitarlo y lo demás sería mentira.
- Pero... joder, podemos seguir siendo ami...
- Termina la frase... y cerraré la puerta delante tuya, me conoces y conoces que eso es hasta cruel que me lo pidas.
- Más cruel es que me pidas que me aleje de ti.
- No lo pido, lo has hecho, ciao enana.
- Hasta luego.
- Una última cosa... ¿por qué no yo?
- .... Eres un aprendiz Mist, un simple aprendiz de herrero, no me ofreces... nada, solo a ti y eso no es suficiente, amor, tampoco eres gran cosa, te quiero pero no te amo. Él me ofrece un futuro de noble... se puede decir que él está en lo alto.
- de acuerdo- las lágrimas empezaron a brotar a pesar de sus intentos.- ciao niña.
- Adiós.
Sus recuerdos son nublosos en este punto, recuerda haber entrado en la herrería, su mente si bullía, pero no era consciente de sus actos.
“Él esta en lo alto... y yo no soy nada”- pensaba.- “es comprensible, además él tiene físico, carisma, labia... él siempre él, por qué... por qué estoy condenado a estar sólo, a ser el último recurso del último recurso... porque no eres nadie.”
Cuando salió de su hilo de pensamiento estaba delante del gimnasio, cimitarras en mano, aquellas cimitarras que él mismo había forjado, su mejor obra. Abrió las puertas y entró, allí estaba Eiel, con su grupo de amigos.
- ¡Eiel!.
- Mist, que sorpresa... como la que has tenido esta mañana ¿has venido a felicitarme?
- ...
- Veo que no, ¿ring o calle?
- La calle es para los bastardos.
- Ah, bueno. ¿me recuerdas tu apellido por favor?
-...- la cara de Mist estaba encendida, nunca había conocido otro padre que el herrero, pero él nunca le había dado el apellido, otra de las razones por las que ella se iba.- sin petos.
- ¿cómo?
- Lucharemos sin petos, donde tu quieras, pero esa es mi condición.
- ¿Espadas de entrenamiento?.
- Mis espadas. Afiladas por mí mismo, ¿tienes miedo?
- Heosl, Krim, traedme mis cimitarras.
Se situaron en el patio del gimnasio, en posición de combate. A una señal invisible atacaron con un rugido, las espadas volaron en todas direcciones y se topaban con su homóloga, los ataques y contraataques eran repelidos con una perfección propia de maestros. Mist se arriesgaba más que su rival, buscaba ataques por los flancos con estocadas de punta y con su mayor especialidad, los ataques bajos. Su altura normalmente le daría desventaja pero el sabía aprovecharla en su favor. Por fin a los diez minutos su rival cometió un error y él entró a fondo para dañarlo, su cerebro sólo le pedía que le hiciera daño, a ser posible que lo matara. La estocada fue buena y una línea roja apareció en la camisa verde de Eiel, pero no era muy grave.
- Tocado- dijo Mist jadeando.
- Pero no hundido.- él otro sonrió.
- ¿De que ríes?
- Mira tus espadas.
Mist lo hizo y, para su horror, vio algunas fisuras en la base de las cimitarras, “no es posible, son mi mejor obra”.
- Veo que como herrero vales tanto que como amante.
“Ya había tomado forma, ya había probado la sangre que corría desde la herida del rival hasta su plano, ya estaba completo. Sólo le faltaba que su amo pronunciara su nombre, que quisiera convocarle... que se sintiera como se sienten los que quieren un pacto con el diablo... solo”
- ¿Te rindes?
Mist comprendía lo delicado de su situación, las espadas no durarían mucho más, aun así levanto la cabeza.
- ¡Yo soy Mistery Souldark! ¡ Soy un aegthnal (conocedor del arte de las espadas) y no me rendiré ante un cobarde como vos.
- Entonces ataca.
El rugido se oyó en todo el patio, al igual que es chasquido del metal al romperse, dos gemidos ascendieron por el patio. Un pájaro veía la situación aunque no la entendía. Veía a dos humanos tendidos en los dos extremos como si se hubieran caído, uno de ellos no parecía presentar cortes pero si un golpe en el cuello que no le permitía levantarse, a su lado una cimitarra y su hoja rota, en su mano solo la empuñadura. Al otro lado del patio otro humano con casaca verde se agarraba el hombro donde un trozo de acero estaba atravesado, sangraba abundantemente. Pero aun así parecía mejor que el primero, ya que se levantó y cogió sus propias espadas, acercándose chillando al humano yaciente. El grito espantó al pájaro que ya no entendió más.
-¡ Te mataré bastardo de mierda!.
- ¡Alto!. – era Malkiam, el entrenador. – Se acabó la pelea Eiel, tu ganas, ve a la enfermería a que te curen eso.- dicho esto se acercó a Mist.- ¿qué has hecho?.
- Perderlo todo, todo por lo que me merecía la pena vivir, mi amor, mi oficio... mi arte, en todo he fracasado.
- Incluso la maravilla más grande tiene imperfecciones, no has luchado mal.
- Una vez te oí decir que un aegthnal no pierde, y sobre todo que sabe como mantenerse frío... no, se acabó.
A la mañana siguiente Mistery partía hacía otra vida, una vida en la que tuviera lo que en realidad se merecía desde el principio, soledad, estaba solo desde el momento que su madre lo abandonó. Cuando no había pasado mucho una sombra se apareció delante suya, no hubieron palabras... como una madre reconoce a su hijo Mist reconoció a lo que había nacido de su odio. El otro parecía esperar algo.
“Ven a mí... hijo mío, contigo no estaré sólo. Tranquilo no te dejaré morir, alimentaré mi odio con sangre siempre...”
“El demonio aulló de satisfacción al encerrarse en el cuerpo de Mist, ya tenía donde morar por toda la eternidad”
Entre fotografías y acepciones
Hace 4 meses
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