También lo podría haber titulado crónica de una Semana Santa en Sevilla, y es que puedes pasear por sus calles todos los días, pero en Semana Santa cambia, en el aire flota algo especial que trasforma las calles, especialmente de noche, que le da un aura mágica a tu entorno, paseas por callejuelas y, enfrente tuya, te topas con un paso, es un barco inmenso surcando las estrechas callejas de la ciudad.
Los hay grandes como galeones, representando las escenas claves de la Pasión, atraviesan Sevilla a paso de marcha, imponentes en lo alto las figuras que muchas de ellas parecen caminar. Los acompañan un ejército de nazarenos, que se pueden contar en miles incluso, para llegar a su destino.
Mas también hay pequeñas barcazas, pasos y palios pequeños que van por calles aun más estrechas, pero igualmente llenas de gente, algunas en silencio y otra con música de capilla y con una guardia de nazarenos que puede llegar al medio millar pero que le imprimen la misma fuerza que una fanfarria y que una división entera.
Y de entre todos los barcos, uno es para mí la nave insignia, uno con un sólo pasajero, siempre con túnica morada y una sempiterna expresión de dolor en su rostro, sale a navegar en la Madrugá y desde hace seis años formo parte de su guardia de honor. Es el Gran Poder, el Señor de Sevilla, se le puede ver encorvado por el peso de la cruz llevando el paso por calles como Zaragoza, Gravina, por la Plaza del Museo y por Cardenal Spínola... pero sólo los que lo acompañamos lo vemos entrando en la basílica, llegando de frente con las primeras luces del alba, con un paso que me da la sensación de que comparte mi cansancio, ya en la puerta lo ponen de espaldas a nosotros y lo suben hasta el altar, donde se queda majestuoso, iluminado por los focos y las luces de la mañana.
P.S:
Espero que os guste aunque se q a mucho de mis lectores no les va la Semana Santa, un abrazu a todos y pa este finde (no más tardar) la 3º parte de Matando Monstruos
